SERENATA
No hay una nube en el cielo,
No hay en el mundo un rumor,
De la luna al resplandor
La noche tiende su velo.
¡Abramos la celosía
Y desde allí contemplemos,
Es la hora en que queremos
Morir de melancolía!
Es en esta soledad
Do hablan a el alma encantada
El mundo en toda su nada,
Dios en toda su verdad.
Para el impío no fue
Hecho ese cielo imponente:
Aquí el que tiene alma siente
Y el que tiene vista cree.
Y ese cielo dice más
A una mirada cristiana
Que toda la ciencia humana
Con cuanto ha dicho jamás.
Siempre los ojos del hombre
Buscan en él la esperanza,
Y su vista le abonanza
Con un deleite sin nombre.
El amante que delira,
El desgfraciado que llora,
Cada cual en esta hora
Mira... recuerda y suspira.
¡Oh, si alzara el criminal
En este instante, los ojos!
Caería el cuerpo de hinojos
Y de la mano el puñal.
¡Cuántos duermen!—No es el sueño
Estas noches para mí,
Siempre arrobado bebí
Este místico beleño.
¡Contemplemos!—tiene sed
El ánima solitaria:
Quiere alzar una plegaria
A la divina merced.
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
¿Qué vago, armónico son,
Como un aéreo gemido
Viene halagando mi oído
A perturbar mi oración?
Se acerca:—la blanca luna
En perspectiva que asombra
Proyecta con triste sombra
Las casas una por una.
Y allá, de una calle al fin,
Veo a su lumbre serena
Un grupo que asoma apena
Y de apariencia ruin...
Me trajo una brisa ya
Claro y distinto el sonido:
El grupo que he percibido
Tocando y cantando está.
¡Es el bambuco!—¡Oh placer!
En este dulce momento
Él traduce lo que siento
Cual yo no lo puedo hacer.
Mágico me adivinó:
—Ave de canto modelo
Que por cantar este cielo
Sueño y oído abandonó.
A su rica suavidad
Ningún corazón resiste:
Para mí es alegre y triste
Como la felicidad.
Oigo sus notas de amor
Cayendo sobre mi duelo
Cual gotas de agua del cielo
En las grutas del dolor.
Bogotá: 1853.
Rafael Pombo