RESPUESTA DEL POETA
a Arturo Maccanti
Nací, como el rosal,
con las espinas de cualquier hombre.
No las cultivo
—el poeta no es gallo de pelea—
mas desdichado el que las pierda:
con nadie podrá comunicarse.
Sin su aguda conciencia
muerden el polvo las palabras.
El poema no es rosa,
no es agua de remanso
ni una «miss» elegida
por molinos de viento.
El poema es un bosque que rebota
sombra y virginidad,
trino y contraste,
la sangre que ilumina los párpados del tiempo,
una voz desnudándose en zarzales,
la raíz del relieve de los sueños
que le dan a la luz rostro y contorno
de libertad de ala.
La espina nos defiende de los sauces llorones,
los pantanos, los pozos de ceniza;
del rincón en que manan los silencios
éxtasis de infinito
sin mirar hacia abajo,
hacia el acontecer de las heridas,
hacia la rebelión de los caminos
cansados de ladrar al horizonte
de los que mueren antes de nacerse.
En medio de las llamas,
con las espinas de los hombres,
vinieron a la vida y a la muerte
el rosal y el poeta.
Pedro García Cabrera