BETINA
Llega a la jaula y con la mano fina
Betina apresa al ruiseñor galano
que, al sentir la tibieza de la mano,
rompe en una perlada sonatina...
Ella —mujer al fin!— la purpurina
boca dale a gustar, y el pico ufano
con la ciencia sutil de un ser humano,
se deleita en la boca de Betina.
Es un beso feliz, casi amoroso,
que inspira al ruiseñor otro armonioso
trino de epitalámico embeleso.
Y es dulce como nunca su querella,
pues en su voz devuelve a la doncella
toda la miel que le robó en el beso.
Miguel Rasch Isla