A CONCHITA...
Líbreme Dios de los ojos
Que sólo mueve el placer
O sólo celos y enojos.
Ojos como los tuyos
Son los que quiero,
Que brindan la triaca
Con el veneno.
No quiero que una mirada
Hasta el fin de mi existencia
Me deje el alma llagada.
Ojos quiero traviesos,
Aunque me engañen;
Los quiero que me alegren
Y no me maten.
Yo, que en los tuyos me encanto,
No echo menos de otros ojos
Ni la ternura ni el llanto.
Las gracias de los tuyos
Son mi embeleso,
Que no en vano dos niñas
Juegan en ellos.
Ojos hay que ofrecerán
Falso contento, y los tuyos
Sin que le ofrezcan le dan.
Si giran penetrantes,
¡Ay, que me abrasan!;
Si entornados me miran,
Soy hombre al agua.
¡Oh tú, afligido garzón,
Que el áspid llevas clavado
De inesperada traición!...
Si los ojos de Concha
No te consuelan,
No hay a tu mal remedio
Sobre la tierra.
¿Quieres tú, linda Rosana,
No quedarte sin galán
De la noche a la mañana?
¡Guarda no mire a Concha
Ni sus ojuelos!
Yo vi más de un Macías
Penar en ellos.
Yo los vi en un carnaval,
Y menos que ellos lucían
Veinte arañas de cristal.
En torno de su llama
¡Cuántos ardieron,
Cuántos!..., y ya se entiende
Que yo el primero.
Con risa de ámbar y miel
Versos me pidió su boca...
¡Cielos, qué momento aquel!
Absorto, enajenado
¡Callé!..., y yo creo
Que ella acertó la causa
De mi silencio.
Mal cobrado todavía,
Conchita, de tal hechizo,
Hoy cumplo la oferta mía.
¡Perdón para mis versos!...
¡Ay!... Si valiera,
Algo más pediría
Para el poeta.
Manuel Bretón de los Herreros