NO ME OLVIDES
Hay una flor hermosa,
No tanto como Circe,
Casta como las flores,
Y como casta humilde.
Su esencia es dulce y mansa,
Su tallo manso y triste;
Son ayes sus suspiros,
Misterioso su origen.
Cuídanla con esmero,
Y afanosos la sirven,
El inocente arroyo
Y el céfiro apacible.
Suplica quien la nombra,
Quien ama la bendice,
Y espera quien con ella
La blanca frente ciñe.
En ausencias penosas
De amantes infelices,
Lleva el dulce mensaje
De lo que el alma dice.
La guarda la doncella
Que enamorada vive;
Fecúndala inocente
Su corazón de virgen;
Porque la flor es todo
Lo que su amor exige,
Lo que su afán desea,
Lo que sus sueños fingen.
En la pasión primera,
Dulcísima y sublime,
Muestra sus mansas hojas
Y oculta sus raíces.
Es un recuerdo hermoso,
Es ¡ay! un imposible;
Es esperanza bella,
Es inquietud que aflige.
Esta flor misteriosa
Se llama: «No me olvides».
Noviembre, 1849
José Selgas y Carrasco