EL SAUCE Y EL CIPRÉS
Cuando a las puertas de la noche umbría,
Dejando el prado y la floresta amena,
La tarde melancólica y serena
Su misterioso manto recogía,
Un macilento sauce se mecía
Por dar alivio a su constante pena,
Y en voz suave y de suspiros llena,
Al son del viento murmurar se oía:
—«¡Triste nací!... ¡mas en el mundo moran
Seres felices, que el penoso duelo,
Y el llanto oculto, y la tristeza ignoran!»
Dijo, y sus ramas esparció en el suelo.
—«¡Dichosos, ay, los que en la tierra lloran!»
Le contestó un ciprés, mirando al cielo.
Octubre, 1849
José Selgas y Carrasco