LA BANDERA ARGENTINA
EN MAYO
«Llevó gloriosa guerra
Desde el río Plateado
Al suelo por los Andes dominado.»
Florencio Varela
¡Salud estrella de la gloria! hermana
Hízote el pueblo al redimir su suelo,
Del azul de las aguas y del cielo
Y del cándido albor de la mañana.
Puso en tu centro, de la luz al padre;
Al sol, dios de los Incas, raudal vivo
Que en los hombres de América derrama
Del ingenio la llama,
De virtudes y amor el incentivo,
Y la sed insaciable de ser libres.
¡Cuántas veces, tal vez, cruzando al pecho
Sus brazos un guerrero,
Ya en la cumbre del Andes altanero
O en las llanuras del ameno Chile,
No clavó en ti, trofeo de la gloria,
Su vista y su memoria!
En tu presencia se agitó su seno;
Llanto de amor humedeció sus ojos,
Y de tiempos pasados los despojos
Cual si fantasmas fueran, le asaltaron.
Vio en su delirio las plateadas aguas
Moverse del gran río, y la corriente
Llevar a la otra playa del oriente
Libertadoras naves,
Guerreros argentinos que las llaves
De muro incontrastable conquistaron.
En su delirio oyó poblarse el viento
Del cántico inmortal que dice al mundo:
«Con respecto profundo
¡Mirad cual se alza un pueblo venturoso!
¡Miradle victorioso!
¡Miradle a par de las naciones libres!»
Recordó en su delirio el templo santo
Rebosando en gentío,
De flores lleno el pavimento frío
Y de rotos pendones la techumbre.
La roja cruz británica, los leones,
Almenas castellanas, mil blasones
De tronos seculares,
Miró el guerrero en su entusiasmo, envueltos
En el humo que mandan los altares
A par de la oración al Dios del libre.
Vio en su entusiasmo varonil matrona
Que de mirto y laurel una corona
Entre esperanza y susto entretejía;
Fijó con más porfía
Su atención el guerrero,
Y vio a la esposa que ciñó su acero
Cuando de combatir luciera el día.
Tal vez entonces suspiró, diciendo,
Con lamentable voz: «¡Patria querida!
Amor, tiernos halagos, sangre y vida,
A tu honor y tu gloria posponiendo,
La enseña sigo que a triunfar me guía.
Mas ¡ay! la sangre que en el campo vierta
Prenda de dicha y de hermandad te sea:
¡Que la discordia fea
Mire mi sangre y se sepulte yerta».
Sonaron los atambores
Y se recobró el guerrero:
Llevó la mano al acero
Y en ágil potro montó.
Sacó del seno una imagen
Y Ja contempló amoroso:
En ademán religioso
Los ojos al cielo alzó!
En tanto erguidos pendones
En la llanura asomaban,
Unos, dos leones llevaban;
Los otros, un puro sol:
Y en la remota montaña
Que la alarma repetía,
Ya la clara luz lucía
Del alba que amaneció.
Brillan espadas y lanzas,
Truena el cañón homicida,
La muerte busca a la vida,
Y el bravo su galardón.
Palpitan miembros trozados,
Se tiñe de rojo el suelo,
Y en el tranquilo arroyuelo
La sangre al agua se unió.
Clamor de triunfo se escucha:
¡Viva la patria! ¡Victoria!
Ya se cubrieron de gloria
Los héroes que el Plata dio...
Y en el remoto confín
De la llanura estendida,
Va huyendo despavorida
La turba que un rey
mandó...
Mas ¡ay!, cuatro
granaderos
En lecho de armas formado
Llevan un jefe esforzado
Que bala enemiga hirió;
Y en su pálido semblante
Signos se ven misteriosos,
Como rastros deliciosos
De una pasada visión.
¡Sangre del héroe que regó los llanos
Y las altivas cumbres abundante,
Cual corriente ondeante
Lavaste los insultos castellanos!...
Hora en los pechos de la nueva prole
Del venturoso Mayo,
Revives ¡sangre! despertando el rayo
Que en polvo vuela la gigante mole
Del despotismo audaz de otros tiranos.
1838.
Juan María Gutiérrez