EVOCANDO LA TERNURA DE LA MADRE
Me parece que aún su voz resuena
como murmullo de agua cristalina;
como el blando rumor de la marina
ola que va a morir sobre la arena.
Fugaz la vibración de tanta pena
cruzaba entonces por su faz divina,
como suele cruzar la golondrina
el azul de una atmósfera serena.
Porque al punto sus ojos, insondables
piélagos de miríficas ternuras,
y sus marchitos labios adorables,
que solo saborearon amarguras,
bulleron en sonrisas inefables,
en sonrisas de santa: ¡eran tan puras!
Julio Flórez