JAMÁAAS!
Solos: la playa, el mar; sola una estrella
en el alto negror, solo: el gigante
peñón, en donde un día delirante,
le confesé mi amor ¿yo: solo? ¿y ella?
De sus pies diminutos ni una huella
respeto al aquilón; el Mar de Atlante
muge a mis pies: el mar que en su vibrante
cristal, copió su faz púdica y bella.
—¿Volverás?—clamó, con gemido tierno—
a escuchar los dolientes barcarolas
que te cantaban en el pasado invierno.
Y en las riberas; áridas y solas,
apenas me responde el sempiterno
¡jamáaas!... ¡jamáaas! de las revueltas olas.
Julio Flórez