MAGDALENA
Magdalena, Magdalena,
Olvida la oculta pena
Que marchitándote está;
Lo pasado nada importa,
Mira que la vida es corta
Y la juventud se va.
Ya no estés callada y triste,
Él te quiso y le quisiste,
Pero aquello ya pasó:
A mí también me han querido;
Me han olvidado, y olvido.
Haz lo mismo que hago yo.
Tú no tienes quince años;
En tus cabellos castaños
Hebras de plata se ven.
Quiéreme, que aunque es seguro
Que mi amor no es casto y puro,
Te he de querer mucho y bien.
Ya los dos no somos niños;
De ternuras y cariños
Sabemos lo que es mejor,
Y si tu alma no es la mía,
Suplirá la fantasía
Lo que nos falte de amor.
Él, sin duda, vendrá luego;
Será luz y será fuego,
Me amarás y te amaré,
Y habrá en el fondo del vaso
Algunas gotas, acaso,
De otra dicha y de otra fe.
Piensa de diverso modo;
Mira que el amor es todo,
Y amémonos bien los dos.
No hables de virtud cristiana,
Que si te canso... mañana
Podrás entregarte a Dios.
1894
Francisco A. de Icaza