EL PUENTE DE LA 42
Joe Watson duerme sobre sus libros
al amanecer
bajo el puente de la 42. Hay un estrépito
de voces y tambores como ecos de batallas.
Joe Watson va entregando sus sueños
como un trébol devuelto del otoño
entre páginas amarillas de Whitman.
La piel de Joe se arruga con el sol
como mi corazón con la estación,
debajo del puente donde sueña sus libros Joe Watson.
De la mano de Faulkner se pasea
por el Mississippi con sus muertos
y un cortejo nupcial de golondrinas.
Nunca habla Joe Watson. Su dolor
lo agita el viento del oeste.
Joe Watson me extiende
con manos anteriores rugosas,
un texto añoso de Mark Twain.
Se caen los ojos de los iconos
en la iglesia griega de la 47.
Joe Watson me mira
debajo del puente de la Primera Avenida con la 42,
como un grito ajado de Maya Angelow.
Se me mueren los pies
con el jazz de Marietta.
Joe Watson me brinda
los gemidos de Harlem.
Debajo del puente de la 42
sueña sus viejos libros Joe Watson.
El sol es un reloj apagado.
Así pasan las páginas antiguas
y las revelaciones
de Joe Watson bajo el puente de la 42.
New York, enero 22 de 1993.
Belisario Betancur